– Salmos 27: 1
“El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Señor es la fuerza de mi vida; ¿de quién tendré miedo?”
“El Señor es mi luz y mi salvación”. Aquí está el interés personal de David, “mi luz”, “mi salvación”; su alma está segura de ello y, por tanto, lo declara valientemente.
Después de la conversión, nuestro Dios es nuestro gozo, consuelo, guía, maestro y, en todos los sentidos, nuestra luz: esa luz interior, luz alrededor, luz reflejada de nosotros y luz que se nos revela. Tenga en cuenta que no se dice simplemente que el Señor da luz, sino que es luz; ni que da salvación, sino que es salvación; él, entonces, quien por fe se ha aferrado a Dios, tiene todas las bendiciones del pacto en su posesión.
Asegurándose de que esto es un hecho, el argumento que se extrae de él se presenta en forma de pregunta: “¿A quién temeré?” Una pregunta que es su propia respuesta. Los poderes de las tinieblas no son de temer, porque el Señor, nuestra luz, los destruye; y la condenación del infierno no debe ser temida por nosotros, porque el Señor es nuestra salvación. Este es un desafío muy diferente al del jactancioso Goliat, porque no descansa sobre el engreído vigor de un brazo de carne, sino sobre el poder real del omnipotente YO SOY. “El Señor es la fuerza de mi vida”. Aquí hay un tercer adjetivo resplandeciente, para mostrar que la esperanza del escritor estaba sujeta con una cuerda triple que no podía romperse. Bien podemos acumular términos de alabanza donde el Señor prodiga obras de gracia.
Nuestra vida deriva toda su fuerza de Dios; y si él se digna hacernos fuertes, no podemos ser debilitados por todas las maquinaciones del adversario. “¿De quién tendré miedo?” La pregunta audaz mira tanto al futuro como al presente. “Si Dios es por nosotros”, ¿quién contra nosotros, ya sea ahora o en el futuro?
Pr. Jorge Escobar
