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Hay ocasiones en que por acciones o palabras en contra nuestra nos ofendemos o, por el contrario, nosotros ofendemos a otros: pero de uno u otro lado, la ofensa es algo común en la vida y nuestro entorno.
Lo peligroso es permanecer ofendido.
Cuando alguien nos hiere, y elegimos aferrarnos a la ofensa ponemos en peligro nuestra paz con Dios y nuestra relación con los demás, y si no actuamos a tiempo brotará amargura que irá en nuestra contra.