Cuando alabamos y adoramos a Dios en medio de las circunstancias más difíciles es cuando realmente nuestro canto es escuchado y la mano de Dios se mueve al examinar que nuestro corazón confía en Él a pesar de las afrentas que enfrentamos.
Pablo y Silas enfrentaron y vivieron por sí mismos esta situación. La Biblia narra lo siguiente:
“Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad. El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.”