A Dios le encanta darnos sabiduría, pero no la reparte a discreción, sino que se la da específicamente a quienes se la piden. Encontramos dos ejemplos de esto en la Biblia, ellos son Salomón y Pablo. Salomón deseaba sabiduría para poder liderar al pueblo de Dios, en tanto que Pablo pidió sabiduría para poder compartir valientemente el Evangelio.
Cuando Jesús envió a los doce discípulos en Mateo 10, les dio autoridad para echar fuera espíritus impuros y sanar toda enfermedad y dolencia. En el versículo 16 dio un aviso: “¡Miren! Yo los envío a ustedes como ovejas en medio de lobos. Sean, pues, astutos como serpientes, aunque también sencillos como palomas.”
La sabiduría no es un atributo que normalmente asociamos con una serpiente, sin embargo, ellas son muy astutas. Las serpientes no andan buscando peleas, más bien, de manera silenciosa y tranquila se alejan de las situaciones peligrosas. Tienen una vista muy clara, un excelente sentido del olfato, pueden escuchar por medio de las vibraciones y hasta son capaces de percibir el peligro a una milla de distancia.
Cuando de compartir la fe se trata, cada uno de esos atributos, junto con la gentileza y docilidad propias de las palomas, nos darán la seguridad para manejar correctamente cada situación. A veces puede ser más fácil decirlo que hacerlo, por lo que necesitamos pedirle a diario a Jesús que nos otorgue sabiduría. Sabiduría para saber cuándo hablar y cuándo escuchar. Sabiduría para saber cómo responder y también para saber cuándo alejarte de una conversación que no trae ningún fruto.
Santiago 1:5 dice: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.”
Dios te ha dado todo lo que necesitas para que tu vida en misión sea un éxito en compartir a Jesús a dondequiera que vayas. ¿Te has tomado el tiempo para pedirle a Dios que te de sabiduría para estas cosas, y has hecho lo último que Él te pidió que hicieras?
IZAMAR REYES
