Se reviste de fuerza y dignidad, y afronta segura el porvenir. Cuando habla, lo hace con sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor.
(Proverbios 31:25-26)
Se reviste de fuerza y dignidad
La mujer que teme al Señor está vestida de fuerza y de dignidad. ¡Qué vestidos más maravillosos! ¿Cuántas veces vamos por la vida cargadas de problemas, pensando que no podremos salir adelante? Los afanes del hogar y del trabajo, los problemas sociales que nos rodean… Necesitamos detenernos a orar y pedir al Señor que nos dé su fuerza, esa que nos ayuda a fijar nuestros ojos en Dios y no en los problemas o dificultades de la vida.
Es al detenernos en su presencia que logramos sentir el abrazo del Señor llenándonos de fuerza y de ánimo. Nuestra confianza en él crece y vemos las cosas de otra manera. Sabemos que Dios puede obrar y que lo hará a su debido momento. Mientras esperamos, recibimos el ánimo y la fuerza necesarios para seguir adelante con la frente alta, con dignidad, confiadas en nuestro Papá. Porque sabemos que en él estamos completas (Colosenses 2:9-10).
No teme al futuro
Esta mujer no teme al futuro, más bien lo afronta con seguridad porque sabe quién tiene el control: su Padre celestial. Como un bebé que duerme en los brazos protectores de su papá, nosotras podemos descansar confiadas sabiendo que Dios tiene nuestro futuro en sus manos. Sabemos que él obrará en medio de cualquier situación que tengamos que afrontar. Nuestro Padre nos ayudará venga lo que venga. ¡Preciosa certeza!
Habla con sabiduría
¿Cómo son las palabras que salen de nuestra boca? ¿Son palabras de ansiedad? ¿Son palabras hirientes? ¿Son chismes? ¡Evaluemos nuestras palabras! Busquemos la sabiduría que viene de Dios y hablemos cosas que reflejen su corazón (Santiago 3:17). Nuestras palabras muestran nuestro nivel de madurez en el Señor. Según crecemos en nuestro andar con Dios nuestras palabras tenderán más a edificar y bendecir.
Enseña con amor y con bondad
Por último, la mujer que teme al Señor no solo crece en fuerza, en dignidad, en seguridad y en sabiduría, sino que aporta a la vida de otros enseñándoles con amor y con bondad. ¡Recibimos para dar! Podemos enseñar con nuestras palabras y con nuestras acciones. Podemos ser ejemplo de bondad y de amor a los que nos rodean. ¡Podemos marcar la diferencia en este mundo!