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A veces no somos sinceros con nosotros mismos ni con los demás, nos cuesta mostrarnos transparentes por temor a cómo reaccionarán o a ser expuestos. Pero es importante ser sincero con uno mismo, con los demás y, más que todo, con Dios.
Cuidémonos de la falsa sinceridad hacia las personas, cuando hablamos por demás sólo para hacer conocer nuestra opinión acerca de alguien y de algo…