¡Amen a sus enemigos! Háganles bien. Presten sin esperar nada a cambio. Entonces su recompensa del cielo será grande, y se estarán comportando verdaderamente como hijos del Altísimo, pues él es bondadoso con los que son desagradecidos y perversos.
Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ustedes.
Mi antiguo yo ha sido crucificado con Cristo. Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Así que vivo en este cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Así que la fe viene por oír, es decir, por oír la Buena Noticia acerca de Cristo.
Por eso les digo: dejen que el Espíritu Santo los guíe en la vida. Entonces no se dejarán llevar por los impulsos de la naturaleza pecaminosa.
Que todo lo que soy alabe al Señor; que nunca olvide todas las cosas buenas que hace por mí.
En todas partes —del oriente al occidente—, alaben el nombre del Señor.
Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque este determina el rumbo de tu vida.
El temor del Señor es la base de la sabiduría. Conocer al Santo da por resultado el buen juicio.
Pues todo el que pide, recibe; todo el que busca, encuentra; y a todo el que llama, se le abrirá la puerta.