Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento.
Tres cosas durarán para siempre: la fe, la esperanza y el amor; y la mayor de las tres es el amor.
Pon todo lo que hagas en manos del Señor, y tus planes tendrán éxito.
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; siempre está dispuesto a ayudar en tiempos de dificultad.
Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos —dice el Señor —. Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse.
Si me buscan de todo corazón, podrán encontrarme.
El Señor será rey sobre toda la tierra. En aquel día habrá un solo Señor y únicamente su nombre será adorado.
Los ojos del Señor están sobre los que hacen lo bueno, y sus oídos están abiertos a sus oraciones. Pero el Señor aparta su rostro de los que hacen lo malo.
Las palabras amables son como la miel: dulces al alma y saludables para el cuerpo.
Aquí culmina el relato. Mi conclusión final es la siguiente: teme a Dios y obedece sus mandatos, porque ese es el deber que tenemos todos.