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En esencia, hay dos maneras de vivir: una, conforme a la voluntad de Dios y otra, conforme a nuestra propia voluntad. Si vivimos bajo la nuestra veremos orgullo, mundanalidad, independencia, desamor, inconstancia. Por el contrario, vivir por la fe es cumplir el propósito del Padre sin pensar retroceder.
Pero mi justo vivirá por la fe. Y, si se vuelve atrás, no será de mi agrado.
(hebreos 10:38)