Una de las necesidades humanas es sentirse amado y amar, esa aceptación y cariño es importante para nuestra alma. Aunque hay ocasiones que por una u otra razón el amor que alguien nos tiene puede cambiar, hay un amor que no sufre alteraciones: el de Dios, a pesar de todo lo que podamos ser o hacer, permanece.
La inmutabilidad de Dios se ve reflejada en el cumplimiento de su Palabra en todo momento y también en su amor sin condición. Él no cambia su forma de amar, incluso su fidelidad está presente a pesar de nuestras fallas.
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. 1 Juan 3:1”
Quizás creas que no eres digno de amar ni de ser amado, que no vales lo suficiente para que alguien te aprecie; no obstante, Dios ha puesto su mirada en ti y te ama tal y como eres, y quiere hacer en ti una obra perfecta para que reflejes su poder.
Un claro ejemplo del gran amor de Dios es el rey David, cuando fue confrontado por su pecado por el profeta Natán, no era para humillarlo, sino un llamado de atención con amor, para que volviese su corazón a Jehová.
Si Dios nos confronta por un pecado es por amor, porque a pesar de lo que hayamos hecho o dicho, quiere otorgarnos su perdón. Esa es una evidencia de que su amor no cambia.
Recordemos que su amor no cambia y que a pesar de las dificultades, tropiezos, caídas o cualquier cosa que puedas pasar, contamos con Dios y su entrega incondicional. Todo puede cambiar pero Él no.
“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. Hebreos 13:8”
IZAMAR REYES