«Líbrame de mis enemigos, oh Jehová; En ti me refugio. Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud» (Salmos 143:9-10)
Son numerosas las formas de comunicación con las que contamos el día de hoy. Probablemente muy pocos imaginaron que en tan corto tiempo la tecnología avanzara tan rápido al punto de instantáneamente saber si alguien ha leído uno de nuestros mensajes o si se encuentra escribiendo uno. Esto ha ocasionado en nosotros una especie de apuro, de tensión y necesidad rápida de respuesta que muchas veces podemos trasladar a nuestra fe.
En ocasiones, podríamos tener la percepción de que El Señor nos ha abandonado, porque sentimos que no responde inmediatamente a nuestras oraciones. A menudo podemos sentir como el salmista “Respóndeme pronto, oh Jehová, porque desmaya mi espíritu; No escondas de mí tu rostro” y pensar que la demora es más larga de lo que merecemos, por la situación en la que nos encontramos.
Sin embargo, una de las cosas que mueve la transformación del Señor en nosotros para ganar una fe creciente, es el cultivo de la paciencia. Ante la ira de Saúl, David pasó muchos años huyendo de este, y esperando ser coronado rey escribió: “Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová.” (Salmos 27:14) Asimismo dio cuenta de la respuesta que en sus tiempos el Señor le otorgó: «Pacientemente esperé a Jehová…Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. y enderezó mis pasos». (Salmos 40:1-2). La valiosa espera de David en el Señor, lo convirtió en varón conforme a su corazón (Hechos 13:22)
De esta manera, la palabra de Dios nos exhorta a no frustrarnos por el aparente retraso de su repuesta. No debemos pasar por alto que El Señor desea desarrollar en nosotros la perseverancia y con ello la fe necesaria para seguirlo y servirle con gratitud y fidelidad.