Estoy seguro que todos en algún momento de nuestra vida hemos hecho algún tipo de promesa, ya sea con nosotros mismos o con los demás. Es muy probable que de estas promesas muchas no las hayamos cumplido, es más…hasta podemos habernos olvidado de que las hicimos. Sobre todo, cuando éramos niños y prometíamos portarnos bien o comernos todos los vegetales la próxima vez.

Recuerdo que cuando nos casamos mi esposa y yo anhelábamos tener un hijo y no era posible, mi esposa visitando especialistas para entrar a tratamiento que nos permitiera ser padres, pero nada pasaba hasta que un día decidimos orar juntos con fe y aunque no recibíamos la respuesta en el momento seguíamos creyendo a la promesa y con el tiempo recibimos la noticia que seriamos padres de un hermoso varón fue emocionante…

Me impresiona cómo es Dios, cuando uno menos lo espera Él llega con el factor sorpresa para desordenarlo todo y mostrarnos que nunca dejó de escucharnos, que, si bien pudo haberse demorado, esta espera era precisamente para que cuando llegara lo que anhelábamos lo disfrutáramos aún más, luego nueve meses espera conocer a nuestro bebé, la emoción embargaba, no había palabras, sólo sentimientos. Hoy mi esposa y yo disfrutamos de dos hermosos varones y nos gozamos de ver hecha realidad la promesa cumplida que nos daría hijos que le servirán a Jehová.

Tengo plena certeza de que si tú estás leyendo esto es porque eres alguien que cree en las promesas de Dios, no voy a redundar en que Dios es alguien que cumple Sus promesas, o que tengas paciencia en esperar que éstas se cumplan…te quiero invitar a que cuando la promesa se cumpla en tu vida LA DISFRUTES. No te pongas a pensar en la siguiente meta que deseas alcanzar, o a empezar a orar por la petición que ocupa un gran lugar en tu corazón, hazlo también, pero dedícale tiempo de disfruten al regalo que recibiste, a aquello que Dios te está concediendo después de tanto tiempo, de tanta oración y de tanta espera.

Muchas veces somos MUY agradecidos de Dios, pero somos poco “disfrutadores” o “gozadores” de lo que Él nos regala, cuando llega lo soñado a nuestra vida nos alegramos por un instante, pero luego todo vuelve a la normalidad y te pelas las rodillas clamando por la siguiente bendición. Jesús fue alguien que siempre disfrutó las promesas de Su Padre, y en todo momento persistió este disfrute, aún clavado en un madero.
Cuando tú disfrutas de las promesas cumplidas de Dios, Dios disfruta cumplir Sus promesas contigo.

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