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Hay ocasiones en las que los pensamientos nos llevan a navegar aguas muy obscuras, tanto que el temor, el rencor y la ansiedad se fijan en nuestro ser, impidiendo que continuemos nuestro día en paz.
Así como un domador de caballos trabaja para que el equino siga sus instrucciones, nosotros debemos tomar las riendas de nuestros pensamientos. Pues algunas veces querrán conducirnos a terrenos peligrosos.
Anteponer la Palabra de Dios, lo que aprendimos de su amor, su misericordia, su justicia y poder, debe ser lo que conduzca nuestros pensamientos. En oración sincera pongamos delante del Señor lo que hay en nuestra mente, en especial si nos llega a afectar.