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Todos queremos estar cómodos. Es cierto. Y no tiene nada de malo tener buenas o mejores expectativas. Vivir en comodidad nos da paz, pero ninguna paz es mejor que la que Dios nos da. Por eso, debemos aprender a vivir en buenas y malas, con contentamiento y humildad, fortalecidos en Él.
Si logramos recordar cada día que nuestro Dios todo lo sabe y aun así nos ama, tendremos Su paz. Esa paz que sobrepasa entendimiento, esa paz inigualable.