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Era de mañana cuando tocaron a la puerta, mi hijo estaba en la sala y abrió porque pensó que eran sus abuelitos, ellos nos visitarían ese día.
Salió rápido para decirme que era una «comadre», mujer indígena tarahumara que vive en Chihuahua, México, que pedía «korima», ayuda.
Coloqué unas monedas en la mano de mi pequeño y se las dio. La mujer preguntó si tenía ropa y le dije que sí. La invite a sentarse en la sala junto con sus dos hijos, pues hacía mucho frio y se veía que la pasaban mal.