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La señora hablaba en forma alegre y determinada, le contó al juez que comía de lo que crecía en la granja, que tenía algunas gallinas y una vaca que le producían lo indispensable. No había tonos de queja ni de carencia en la conversación de la anciana, todo lo contrario, sus palabras estaban llenas de gratitud y esperanza.
Nadie es tan pobre que no pueda dar, nadie es tan rico que no necesite recibir.