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Si alguna vez intentaste luchar contra el pecado debes saber lo difícil que es enfrentarlo y fracasar una y otra vez. El detalle que quizás estás omitiendo es que la lucha no es con tus propias fuerzas, sino con las de Dios.
Jesús vino a salvarnos, a liberarnos de la esclavitud del pecado; por eso no luches con tus propias fuerzas para vencer al pecado, sino lucha en las fuerzas de Dios, quien te da el discernimiento, la sensibilidad y la victoria.