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En todas partes del mundo se dice que el mejor amigo del hombre es un perro. ¿Por qué amamos a nuestros perros? Los amamos porque no pensamos en todo lo mal que se portan en algunas ocasiones. Lo mismo sucede con Dios, nos ama a pesar de no portarnos tan bien. Al ofrecernos Su propia amistad a través de Cristo, nuestro Creador no hace menos importante la lealtad de un perro, el amor de un familiar o el de algún otro amigo querido, sino que aprovecha las alegrías temporales de esta vida para ayudarnos a anhelar un amor que nunca terminará.