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Muchas veces lastimamos a las personas que amamos por nuestro carácter, podría ser porque somos impertinentes, torpes o hablamos por demás; pero no tomamos en cuenta que herir es fácil, lo difícil es sanar.
A pesar de nuestros errores, el Señor desea cambiarnos para que seamos mejores, un mejor hijo, padre, madre, esposo, amigo y hermano. Pero antes debes tomar la decisión de renunciar a ti mismo para que Cristo pueda crecer en tu vida; por ejemplo, a veces tendrás que dejar tu orgullo y pedir perdón, o callarte por buscar la paz como nos enseña en su Palabra.