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Cuentan la historia de un anciano que vivía en una granja en las montañas de Mendoza con su joven nieto.
Cada mañana, el abuelo y su nieto se sentaban a la mesa de la cocina para leer la vieja y estropeada Biblia.
Un día el nieto le preguntó: – abuelo, yo intento leer la Biblia, me gusta mucho pero no la entiendo y lo poco que logro entender se me olvida enseguida.
¿Por qué necesitamos leer la Biblia? ¿Qué tiene de bueno?…