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«Amado padre, vengo ante ti agradecido y con alabanza en mis labios, grandes son tus maravillas y misericordioso para cada uno de nosotros, tus hijos.
Deseo entregar en tus manos a esta juventud, una generación que se resiste a ser dominada por el pecado y la falsa felicidad. Actualmente están expuestos a diferentes tentaciones y oro para que se sumerjan en el río de tu Espíritu Santo y puedan resistir al enemigo.