Mas él herido fue por nuestras rebeliones,
molido por nuestros pecados; el castigo de
nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos
nosotros curados.
Que la paz de Dios reine en sus corazones,
porque ese es su deber como miembros del cuerpo de Cristo.
Y sean agradecidos.
Por tanto, habiendo sido justificados por la fe,
tenemos paz para con Dios por medio
de nuestro Señor Jesucristo.
¡Dichosos los que hacen la paz, porque serán llamados hijos de Dios!