El encanto es engañoso, y la belleza no perdura, pero la mujer que teme al Señor será sumamente alabada.
Se reviste de fuerza y dignidad, y afronta segura el porvenir. Cuando habla, lo hace con sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor.
(Proverbios 31:25-26)
Se reviste de fuerza y dignidad
La mujer que teme al Señor está vestida de fuerza y de dignidad. ¡Qué vestidos…
Aquí culmina el relato. Mi conclusión final es la siguiente: teme a Dios y obedece sus mandatos, porque ese es el deber que tenemos todos.
No te dejes impresionar por tu propia sabiduría.
En cambio, teme al SEÑOR y aléjate del mal.
Entonces dará salud a tu cuerpo
y fortaleza a tus huesos.
El SEÑOR guía a quien le teme y respeta.
Lo guía por el camino que conduce a Dios.