¡Él no está aquí! ¡Ha resucitado!
Pues Cristo murió y resucitó precisamente para ser nuestro Señor mientras vivamos y cuando muramos.
Él mismo cargó nuestros pecados
sobre su cuerpo en la cruz,
para que nosotros podamos estar muertos al pecado
y vivir para lo que es recto.
Por sus heridas,
Si Dios no dudó al entregar a su Hijo por nosotros, ¿no nos dará también, junto con él, todas las cosas?
Al día siguiente, Juan vio que Jesús se acercaba. Entonces le dijo a toda la gente:
«¡Aquí viene el Cordero de Dios que quita el pecado de la gente del mundo! Por medio de él, Dios les perdonará a ustedes todos sus pecados.
Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él.
Pues ni aun el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos.
Miren, es nuestro Dios!
Vino a salvarnos.
¡Es el SEÑOR!
Lo estábamos esperando.
Alegrémonos y disfrutemos su salvación»
¡El SEÑOR vive! ¡Bendita sea mi roca!
Alabado sea Dios mi Salvador.