Si eres un o una creyente en Cristo, seguramente habrás escuchado sobre el fruto del Espíritu:
“El Espíritu Santo produce en nosotros, otro tipo de fruto:
Amor incondicional, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y autocontrol. No encontrarás ninguna ley que se oponga a este tipo de frutos.
Gálatas 5:22-23 (The Voice).
Hasta hace poco me empeñaba tanto en experimentar y evidenciar el fruto del Espíritu en mi vida. Realmente me esforzaba en actuar con amor, en proyectar gozo, en sentir paz, en tener paciencia, en ser amable y bondadosa, en mostrarme fiel a Dios y a mi familia, en responder de manera dócil, y sobre todo, en actuar con autocontrol. El problema es que sentía tanta frustración al fracasar constantemente en mi esfuerzo.
Estoy consciente que El Espíritu Santo mora en mí, pero no entendía por qué su fruto no era tan evidente en mi forma de pensar y actuar; hasta que DIOS me llevó a comprender algo:
“No es que no tengas el fruto del Espíritu dentro de ti, solamente que tienes que tener calma porque madurar lleva tiempo”.
Y vino a mi mente el proceso de maduración de un fruto, entonces busqué información al respecto y esto fue lo que encontré:
《La vida de las frutas se puede dividir en: germinación, crecimiento, desarrollo y maduración.》
Es claro que la semilla de Las Buenas Noticias del Reino de Dios ha sido plantada en nuestro corazón, esa semilla germina y crece como un árbol de vida dentro de nosotros, y ese árbol produce buen fruto, pero puede ser que ese fruto a penas y esté comenzando a formarse, o a crecer, o quizá esté en proceso de desarrollo (está creciendo, pero aún está verde).
Mientras un fruto se desarrolla, experimenta cambios internos y externos que se hacen todavía más visibles en la maduración y definen su calidad.
La maduración es cuando el fruto ha alcanzado un desarrollo total, un fruto maduro no es igual que antes, cambia su sabor y su apariencia física, su composición nutricional también es diferente, un fruto maduro siempre será más dulce, su olor será más agradable y se vuelven más blandos, pero para llegar a ese punto debe pasar por un proceso.
Recuerda que no todos los frutos experimentan la misma transformación, no crecen, se desarrollan y maduran en la misma temporada.
Puede que el fruto del amor en ti haya crecido más rápido y se haya desarrollado más que el fruto de la paciencia, o del gozo, o del autocontrol (solo por citar un ejemplo).
Algo importantísimo que debemos recordar es que JESÚS ES LA VID VERDADERA, nosotros solo somos las ramas, damos frutos porque estamos adheridos a él, por tanto, nuestro deber es permanecer en Jesús. Las ramas por sí mismas no fructifican. No podemos forzarnos a dar frutos espirituales por nuestros propios medios.
Si permanecemos en Jesús, su Espíritu permanece en nosotros, su Palabra permanece en nosotros como consecuencia: DAREMOS FRUTOS, pero recuerda… se trata de un proceso, y madurar, lleva tiempo, así que ten calma, sé paciente contigo mismo (a) y con los demás).
Piensa en el fruto del Espíritu y valora en qué etapa del proceso estás, pídele al Señor que te ayude a que ese fruto espiritual germine, crezca, se desarrolle y madure.