Para que un aparato pueda funcionar, necesita estar conectado con la fuente de energía de lo contrario no será útil en nada, lo mismo nos pasa con nuestra relación con Dios, cuando te desconectas de la presencia de EL sientes que tu vida está vacía, sin utilidad, sientes que te falta pasión, y anhelo de continuar, por ende, pierdes la confianza y vives una vida en desesperanza, por eso Pedro en su momento lo afirmo, que apartado de Dios no podemos ir a ningún lado.
Le respondió Simón Pedro: Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios (Juan 6, 67-69)
EL desconectarnos de Dios, nos trae consecuencias
-Desanimo: sentimos que no queremos continuar más con nuestro ministerio, nuestro trabajo en la obra de Dios y los pensamientos negativos no pueden faltar.
-Comportamiento inadecuado: cuando el Espíritu Santo no está en nosotros, nuestra manera de ser cambia, hablamos palabras que no agradan a Dios, caminamos a nuestro antojo, hiriendo, y ofendiendo a los demás.
-Falta de Confianza: Ya no hay confianza en lo que Dios puede hacer, cuando viene el problema queremos rendirnos y huir, olvidando que Dios tiene todo bajo control, dudamos muchas veces del poder de Dios.
-Falta de Pasión: hacemos las cosas por compromiso y no por pasión, pensamos en ya no continuar y nos quejamos de nuestro trabajo al servicio de Dios.
Te invito para que vuelvas a conectarte con Él, acércate a la fuente inagotable
Juan 4:13 y 14 “El que beba de esta agua volverá a tener sed; en cambio el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed. El agua que yo le daré, se hará en él manantial de agua que brotará para vida eterna”.
Él merece que le rindas tu corazón, tu vida, tus logros, tu familia, tu adoración. Ahora mismo puedes darle toda la gloria, el honor y el poder, por todo lo bello que te ha dado, y por todo lo que te dará después.
Puedes empezar declarando: “Mi Dios es fuente inagotable de vida para mí”.
Te sorprenderás al ver todo lo que puedes recibir de la mano de Dios, con sólo reconocerlo como tu dador de toda clase de bien. Pon toda tu confianza en Él y asegúrate de permanecer en su voluntad.