La oración es una conversación continua con Dios. ¡Nunca termina!
Simplemente habla con Dios como lo harías con un amigo o un padre amoroso. Si surge algo, habla con Él al respecto. Entonces, tal vez pasa un minuto o dos, y le hablas de otra cosa.
Si no respiraras, morirías. La oración es una respiración espiritual. No piensas en respirar, simplemente lo haces. De la misma manera, la oración debe volverse tan natural que ni siquiera pienses en ella.
En este momento, quizás tengas que pensar en orar. Pero puedes desarrollar el hábito de orar, donde ni siquiera tienes que pensar en hacerlo o en lo que vas a decir.
Eres bueno hablando contigo mismo. Hablas contigo mismo sobre todo lo que experimentas, ¡todo el tiempo! En lugar de eso, empieza a hablar con Dios. Para orar continuamente, simplemente habla con Dios sobre lo que sea que te interese en ese momento en particular.
“Oren en el Espíritu en todo momento y en toda ocasión. Manténganse alerta y sean persistentes en sus oraciones por todos los creyentes en todas partes” Efesios 6:18 (NTV).
Eso significa que puedes hablar con Dios en cualquier lugar, en cualquier momento, sobre cualquier cosa, según te dirija el Espíritu. Cuando tengas una impresión acerca de algo, ¡ora al respecto!
Tal vez estés pensando que a menudo no tienes ganas de orar porque no sabes qué decir. Pero si no tienes ganas de orar, significa que no estás orando lo que sientes.
Cuando no tienes ganas de orar, significa que estás orando por algo incorrecto. Dios no está interesado en lo que a ti no te interesa. Dios ya sabe todo en tu vida. Solo quiere que le hables, como un padre o una madre anhelan que sus hijos les hablen.
Mantén una conversación con Dios durante todo el día. Habla con Él sobre lo que estás sintiendo y tendrás muchas más ganas de orar.
“Oren en el Espíritu en todo momento y en toda ocasión. Manténganse alerta y sean persistentes en sus oraciones por todos los creyentes en todas partes”. Efesios 6:18 (NTV)