Uno de mis textos favoritos en La Escritura es el encuentro de Jesús con la mujer samaritana en el pozo. Es un pasaje lleno de muchas enseñanzas, como que Jesús restituyó el valor de la mujer en una época en que esta era vista como una sirvienta, un objeto o solo un medio de procreación.
Pero específicamente hoy quiero referirme a otra lección: UNA ADORACIÓN SIN FINGIMIENTO.
En aquella época como ahora, la adoración estaba llena de rituales y acciones para acercarse a Dios y agradarlo. Particularmente los samaritanos adoraban a Dios en un santuario en el monte Gerizim, por eso la mujer samaritana le dijo a Jesús:
“¿Dónde se debe adorar en Jerusalén o en este monte?
Jesús le respondió, que había llegado el día en que no era necesario adorar en ninguno de los dos lugares.
La traducción Reina Valera dice:
“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad.”
Siempre relacioné ese texto con adorar siguiendo algunos requisitos religiosos que aprendí a lo largo de los años, (como posturas corporales, un programa establecido donde primero debía cantar porque la alabanza abre las puertas a la presencia de Dios, luego debía hacer esto y lo otro).
Pero otra traducción de La Escritura me proveyó más luz sobre cómo adorar al Señor:
Juan 4: 23-24 «Lo que cuenta ante Dios es quién eres y cómo vives. Tu adoración debe comprometer tu espíritu en la búsqueda de la verdad. Ese es el tipo de personas que el Padre está buscando: aquellos que son simple y honestamente ellos mismos ante él en su adoración. Dios es puro ser en sí mismo-Espíritu. Los que lo adoran deben hacerlo desde su propio ser, su espíritu, su verdadero ser, en adoración». (MSG)
Esto me hizo pensar: ¿Estaré presentando delante de Dios una adoración fingida, al querer impresionarlo con mis oraciones elaboradas y adornadas con hermosos calificativos, o impresionarlo con mi canto u otras acciones?
¿realmente me estoy presentando delante del Señor como dice la Escritura: de manera simple y honesta, sin máscaras ni filtros?
A partir de entonces decidí cambiar mi forma de adorar a DIOS, voy delante de Él tal cual soy, sin rituales, sin aparentar, sin falsas vestiduras de religiosidad. De la manera más sencilla.
Mi PADRE me conoce y sabe qué cosas deben ser cambiadas en mi.
Adoro a Dios con plena consciencia de todas mis imperfecciones y mis errores, pero sé que Él continúa haciendo su obra en mi vida hasta el día de Jesucristo.
Te invito a que tú también medites en qué tipo de adoración le estás brindando al SEÑOR, y si El Espíritu Santo te muestra que debes cambiar la manera en que adoras, hazlo sin temor, verás cómo disfrutas de manera plena esos tiempos con tu PADRE ETERNO.