Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
¡Dichosos, más bien, los que oyen la palabra de Dios y la obedecen!
Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la alteza sea de la virtud de Dios, y no de nosotros.
De hecho, sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad.
Cada mañana se renuevan sus bondades;
¡muy grande es su fidelidad!
Por eso les digo que todas las cosas por las que oren y pidan, crean que ya las han recibido, y les serán concedidas.
Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.
Y si morimos con Cristo,
creemos que también viviremos con él.