El último día de la fiesta de las enramadas era el más importante. Ese día, Jesús se puso en pie y dijo con voz fuerte: «El que tenga sed, venga a mí.
Las montañas podrán cambiar de lugar, los cerros podrán venirse abajo, pero mi amor por ti no cambiará. Siempre estaré a tu lado y juntos viviremos en paz. Te juro que tendré compasión de ti.
Los que son de Dios podrán tener muchos problemas, pero él los ayuda a vencerlos.
La luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad jamás podrá apagarla.
Cada uno debe decidir en su corazón cuánto dar; y no den de mala gana ni bajo presión, «porque Dios ama a la persona que da con alegría».
El temor del Señor es la base del verdadero conocimiento, pero los necios desprecian la sabiduría y la disciplina.
Les digo la verdad, todos los que escuchan mi mensaje y creen en Dios, quien me envió, tienen vida eterna. Nunca serán condenados por sus pecados, pues ya han pasado de la muerte a la vida.
Ninguna disciplina resulta agradable a la hora de recibirla. Al contrario, ¡es dolorosa! Pero después, produce la apacible cosecha de una vida recta para los que han sido entrenados por ella.
Que Dios, quien da esa paciencia y ese ánimo, los ayude a vivir en plena armonía unos con otros, como corresponde a los seguidores de Cristo Jesús
Queridos amigos, ya que Dios nos amó tanto, sin duda nosotros también debemos amarnos unos a otros.