«Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre» (Salmos 23:1-3)
Muchas veces en la vida hemos debido atravesar circunstancias en las que nos hemos sentido perdidos y sin dirección. Situaciones en donde abundan las preguntas sin respuestas y en donde el camino a seguir es difícil de determinar. Nos sentimos como David al plasmar en las escrituras del Salmo 23 su plena confianza en Dios por la difícil situación que atravesaba en ese momento.
David se encontraba huyendo de Saúl cuando escribió este salmo. Debía escapar de las manos de un rey que quería asesinarlo, luego de haberlo desterrado a la fuerza de un reino que por derecho divino debía ocupar. Confiado en que el Señor daría consuelo a su alma, lo alabó haciendo una analogía entre su antiguo trabajo, cuando era un joven que pastoreaba las ovejas de su padre, con el trabajo que El Señor hace por cada uno de sus hijos. Así como el pastor que protege a su rebaño de las amenazas sembradas en lobos, leones y osos, Dios cuidaba de él en ese valle de muerte que representaba ser forajido de la voluntad del rey enemigo.
En el momento en que nos encontramos sin dirección, debemos ser conscientes como David, de que no hay mejor pastor que El Señor. Él nos ama y nos guiará, no solamente mostrándonos el camino, sino entregándose Él mismo, por ser su naturaleza la misericordia. Asimismo debemos recordar que fuimos creados por Él y dotados con un propósito. El Apóstol Pablo dice algo magnífico en Efesios 2:10 que debemos asimilar e internalizar: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” Somos en consecuencia el fruto del trabajo de Dios y como su fruto debemos buscar ese propósito. haciendo uso efectivo de los dones que nos ha regalado. sirviéndole en ellos con espíritu de gratitud.
Pensemos en David y en su realidad diaria. Aprendamos de su fe y como confiaba en que el Señor lo guiaría a través del camino, sabiendo las grandes dificultades que debía sortear. Así, cuando nos quedemos sin dirección, cuando el rumbo no esté claro, pidámosle al Señor el camino, Él nos creó con un propósito y será Él quien nos dé el próximo paso a seguir.
Adolfo Pineda