“No se adormecerá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. El Señor es tu guardián”. — Sal: 121:3-4.
Este Salmo ha sido llamado el “Salmo del Viajero”. Cuando los peregrinos partieron de sus lejanos hogares para subir al Templo, ninguno de ellos pudo pronosticar sus experiencias antes de volver a casa. Había peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros en el desierto, peligros en el viaje de bestias salvajes. Por lo tanto, era bueno que ellos y sus seres queridos se encomendaran al cuidado de Aquel que ni se adormecía ni dormía.
No es suficiente que se guarde el cuerpo; necesitamos que el alma se guarde de todo mal, mientras salimos al mundo con sus microbios de tentación, o volvemos al lujo y la comodidad de nuestra morada. Hay tentación por todas partes; ni por un momento somos absolutamente inmunes.
Hay una diferencia entre dormitar y dormir. La madre o la enfermera que cuida al niño a veces puede quedarse dormida unos momentos; no es muy reparador, pero hay una breve pausa de inconsciencia. Pero esto nunca llega a Dios. No se adormece ni por un momento, ni cesa su cuidado vigilante de nosotros. Dios nos guarda acosándonos por detrás y por delante, y pone Su mano sobre nosotros (Salmo 139:5). Como un centinela va y viene ante el palacio que se le ha encomendado, así la paz de Dios, como un centinela, vela y custodia el alma.
Así que la Presencia de Dios es nuestra Fortaleza. Los hijos de Dios pueden caminar en medio del peligro y la tentación, pero Dios los rodea; él está dentro del lugar secreto del Altísimo, y ninguna arma forjada contra él puede llegar a ese santuario interior. Entreguémosle el cuidado de nuestras almas a Él como a un Creador fiel y siempre estaremos protegidos y guardados por el cuidado Todopoderoso.
Pastor Jorge Escobar