Como seres humanos tendemos a darle mucha libertad a nuestro corazón a tal punto que llegamos a vivir bajo una ilusión y llegamos a pensar que no podemos controlar como nos sentimos; recordemos que nuestras emociones se consideran la base de lo que somos. Cuando nuestros sentimientos suben y baja hacen que nuestra vida cambie de dirección muy frecuentemente.

El Señor en el libro de Proverbios nos deja un mandato:

“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida. Proverbios 4:23”

Los sentimientos nos dirigen mucho más frecuentemente de lo que nos gustaría pensar. Tomamos decisiones en base a los sentimientos y luego las racionalizamos, en lugar de tomar decisiones en base a la racionalidad y luego dejar que los sentimientos las sigan. Dejamos que nuestras emociones nos definan. Es una forma peligrosa de vivir.

David podría dar testimonio de eso. Su corazón extraordinariamente conforme al corazón de Dios generalmente lo llevó hacia la voluntad del Padre. No obstante, también lo llevó a la tentación y al pecado, con resultados catastróficos. Incluso su corazón, tan frecuentemente sincronizado con el de Dios, era inconstante. Y los corazones inestables producen gente desencaminada.

Debemos aprender a guardar nuestro corazón y tener cuidado en cuanto a lo que dejamos entrar en él. Éste no debe ser una puerta abierta a todo aquello que nos desvía de nuestro propósito en Dios.

Si no guardamos nuestro corazón, queda expuesto a cualquier influencia externa, pensamiento o fuerza que se le presente. Esto puede conducir a una multitud de problemas, tal vez el mayor problema sea que nuestro corazón puede endurecerse ante el Señor y su dirección.

¿Cómo guardamos nuestro corazón?

1.Cuidando nuestros pensamientos – Filipenses 4.8

Si queremos guardar nuestro corazón debemos aprender a cuidar y seleccionar los pensamientos, reflexionar por un momento en cómo reaccionamos generalmente a lo que ocurre a nuestro alrededor.

2.Renovando nuestra mente – Romanos 12.2

Si deseamos guardar nuestro corazón necesitamos renovarlo cada día, y esto solo es posible si así se determina hacerlo (pues es la actitud y por tanto es voluntario).

Parte de renovar nuestro corazón está en nosotros, pero para saber cómo cuidar el corazón debemos ir diariamente a los pies de Dios.

3.Entregandolo a Dios – Apocalipsis 3.20

El señor no solo entró en nuestras vidas cuando le entregamos nuestro corazón por primera vez, sino que en cada situación el sigue estando a la puerta de nuestro corazón para ayudarnos a enfrentar el día a día.

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