“Que continúe el amor fraternal. No os olvidéis de hospedar a los extraños, porque algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles”. Heb_13:1-2.
Nuestro texto se refiere a esa escena memorable cuando Abraham estaba sentado a la puerta de su tienda, probablemente inclinado a adormecerse en el calor del mediodía. De repente vio a tres hombres aparentemente esperando limosna y ayuda. Muchos viajeros habían llamado a su puerta antes, buscando ayuda y hospitalidad que él les había brindado gratuitamente. Pero aunque el calor era grande, aunque pudo haber sido decepcionado una y otra vez por los destinatarios de su generosidad, sintió que era mejor decepcionarse cien veces que perder la oportunidad de mostrar hospitalidad y bienvenida. Por lo tanto, se puso de pie de un salto, llamó a Sara en busca de ayuda, y los dos rápidamente sirvieron a los tres hombres desconocidos. ¡Cuán agradecido debe haber estado de no haber rehusado recibirlos, porque dos de ellos eran ángeles, y el tercero era el Hijo de Dios!
En nuestras vidas atestadas, donde el espacio es escaso, es menos fácil para nosotros cuidar de las personas que pueden ser consideradas como extraños entre nosotros, pero hay una hospitalidad de la mente que todos podemos ejercer cuando abrimos nuestros corazones a alguna historia de dolor. Ninguno de nosotros es muy consciente, salvo que hayamos sufrido de esa manera, cuánto ayuda a algunas personas poder descargar sus cargas y penas. Es mucho tener una mente hospitalaria, tener un oído comprensivo y dejar espacio en nuestro corazón para la historia del dolor, la tristeza y la soledad humanos, que algunos, que son relativamente extraños, pueden querer confiarnos.
Podemos reprocharnos a nosotros mismos que nuestros corazones no representen más de cerca el albergue o la posada en la que las almas tristes o cansadas pueden meterse en busca de refugio. Aunque no puedas decir mucho, puede que siempre esté la puerta abierta de tu corazón donde los solitarios y desolados puedan entrar y encontrar en ti un fuego de simpatía, bondad y buena voluntad.
No olvidemos que, al mostrar amor a un extraño hemos estado ministrando a nuestro amado Señor mismo, quien dijo: “En la medida en que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a Mí lo hicisteis”.
Dios te bendiga
Pastor Jorge Escobar