Absolutamente todos los seres humanos en determinadas estaciones de la vida tendemos a sentirnos desanimados ya sea física, emocional o espiritualmente, es una reacción natural ante el ajetreo de la vida. Lo importante es saber gestionar nuestras emociones; entender que éstas deben ser estacionales (temporales y pasajeras) y NO estacionarias (al quedarnos estancados en ellas).

Probablemente el desánimo es una de las emociones más incapacitantes, se manifiesta de manera sutil, y va bloqueando nuestros pensamientos, acciones, nuestros planes del día a día.
El desánimo nos aisla de nuestros sueños, de nuestras metas, de nuestras actividades cotidianas, nos lleva a una condición de renuncia, y nos impide vivir como desearíamos, incluso puede aislarnos de nuestras relaciones interpersonales y hasta de nuestra comunión con DIOS.

La pregunta de rigor es: ¿Y CÓMO HACERLE FRENTE AL DESÁNIMO?
-Bien, no sé una fórmula mágica para eso, pero te contaré lo que me funciona en esas estaciones de desaliento:
• En primer lugar trato de sincerarme conmigo misma y con EL SEÑOR, acerca de mi condición de desánimo.
• Le cuento al Padre Celestial cómo realmente me siento en ese momento y trato de ser honesta al reconocer que no puedo continuar en mis propias fuerzas, eso me lleva a expresar mi dependencia de DIOS.
Uno de los textos que EL SEÑOR más usa para hablarme en esos momentos es Isaías 40:27-31”.

“¿Por qué desconfías diciendo:”Dios me ha perdido de vista
No le importa lo que me pase”?
YO EL SEÑOR no voy y vengo, yo no soy incosntante…
YO SOY el creador de todo lo que puedes ver o imaginar.
No me canso, no hago pausas para recuperar el aliento.
YO lo conozco todo, por dentro y por fuera.
<YO doy energía a los que se cansan, doy nuevas fuerzas a los que abandonan el camino.
Porque incluso los jóvenes se cansan y abandonan, los jóvenes en la flor de la vida tropiezan y caen.
Pero los que esperan en Dios reciben nuevas fuerzas. Extienden sus alas y se elevan como las águilas, corren y no se cansan,
caminan y no se quedan atrás.”

Nuestro desaliento viene cuando nos cansamos, cuando nos sentimos fatigados emocional o físicamente. Y eso normalmente obedece a que nos sobrecargamos porque perdemos de vista que DIOS es nuestro ayudador.
Desviamos nuestra mirada del SEÑOR para ponerla en nosotros mismos, comenzamos depender de nuestra fuerza, de nuestros recursos, de nuestras emociones y sentimientos y eso precisamente termina agotandonos y restando fuerza a nuestra alma y nuestro cuerpo.

Cuando nos sintamos desanimados o desanimadas, volvamos a la fuente de VIDA, JESÚS mismo.
Él es el AGUA que vitaliza nuestro ser. Si es necesario hagamos un alto y tomemos un descanso, pero solo para que El Señor renueve nuestras fuerzas, no nos quedemos estancados, luego de tomar aliento emprendamos de nuevo nuestro camino, según sea el caso:
A veces volaremos como águilas, en ocasiones correremos como atletas, y en otros momentos solo caminaremos en el paso a paso de la vida.
LO IMPORTANTE ES NO QUEDARNOS ESTANCADOS EN EL DESÁNIMO.

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