Tú, Señor mi Dios, eres mi esperanza; tú me has dado seguridad desde mi juventud. Salmos 71:5
Estamos viviendo en tiempos donde la inseguridad se ha apoderado de la vida de muchas personas sobre todo de la juventud, se ha vuelto nuestro talón de Aquiles.
¿En qué o en quién confías cuando la vida se pone difícil? ¿En tu familia y amigos? ¿En tus propias fuerzas? ¿En el gobierno? ¿Dónde depositas tu confianza?
Como seres humanos es normal que tengamos temor sobre lo que pasará en nuestra vida, que sucederá con ese problema que estamos enfrentando, que sucederá con nuestro ser querido que está atravesando una enfermedad, que sucederá con esa respuesta que esperamos sobre ese nuevo empleo y así podría enumerar un sinfín de ocasiones en las que el temor y la inseguridad se apoderan de nosotros, pero, es justo en esos momentos donde debemos recordar en quien ponemos nuestra confianza y quien es nuestra seguridad.
En el versículo inicial vemos como el salmista habla de la seguridad que ha tenido en Dios desde su juventud.
Para que no desfallezcas y sigas confiando en Dios, es importante que te aferres a él en medio de la dificultad. En lugar de permitir que tu dolor o tus temores te dominen y endurezcan tu corazón, acércate más a Dios y lleva tus cargas ante él. Recuerda que sirves al Dios todopoderoso que te ama y te cuida. Nada de lo que te sucede sorprende a Dios y puedes estar seguro de que él tiene el control de la situación. No dudes del poder del Señor.
También es muy importante que guardes tu mente y tu corazón del desánimo o la desesperación. Cuando lleguen los pensamientos derrotistas, echa mano de la Palabra de Dios. Llena tu mente de sus palabras de vida y abre tu corazón al mover del Espíritu Santo. Verás cómo cambia tu perspectiva sobre la situación y cómo comienzas a sentir paz cuando mantienes tu mente y tu corazón llenos de la verdad del Señor.
IZAMAR REYES
