“Los hombres deben orar siempre y no desmayar” (Lucas_18:1).
“Ve a la hormiga”. Solía contarles a sus amigos una anécdota de sus primeros años de vida. “Una vez”, dijo, “me vi obligado a refugiarme de mis enemigos en un edificio en ruinas, donde me senté solo muchas horas. Deseando distraer mi mente de mi condición desesperada, fijé mis ojos en una hormiga que llevaba un grano de maíz más grande que sí mismo en una pared alta. Conté los esfuerzos que hizo para lograr este objetivo. El grano cayó sesenta y nueve veces al suelo, pero el insecto perseveró, y la setenta vez llegó a la cima. Esta visión me dio coraje en este momento, y nunca olvidé la lección”. — El negocio del rey
La oración que toma como motivo de agotamiento el hecho de que las oraciones pasadas no han sido contestadas, ya ha dejado de ser oración de fe. Para la oración de fe, el hecho de que las oraciones queden sin respuesta es solo evidencia de que el momento de la respuesta está mucho más cerca. Desde el principio hasta el final, las lecciones y ejemplos de nuestro Señor nos dicen que la oración que no puede perseverar y apremiar su súplica con insistencia, y renovarse y renovarse de nuevo, y tomar fuerza de cada petición pasada, no es la oración que prevalecerá. — Guillermo Arturo
Rubenstein, el gran músico, dijo una vez: “Si omito practicar un día, lo noto; si dos días, mis amigos lo notan; si tres días, el público lo nota”. Es la vieja doctrina, “La práctica hace al maestro”.
Debemos seguir creyendo, seguir orando, seguir haciendo Su voluntad. Supongamos que a lo largo de cualquier línea de arte, uno debe dejar de practicar, sabemos cuál sería el resultado. Si solo usáramos la misma calidad de sentido común en nuestra religión que usamos en nuestra vida diaria, deberíamos avanzar hacia la perfección.
El lema de David Livingstone estaba en estas palabras: “Determiné no parar nunca hasta que hubiera llegado al final y logrado mi propósito”. Con persistencia inquebrantable y fe en Dios, venció.
Pastor Jorge Escobar