El Salmo 91 es uno de los pasajes más poderosos y consoladores de la Biblia, proporcionando una imagen clara del cuidado y la protección de Dios para aquellos que eligen refugiarse en Él. Este salmo, lleno de promesas divinas, nos invita a escoger el abrigo de Dios en medio de las dificultades y peligros de la vida.
El salmista comienza con una declaración de confianza: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente” (Salmo 91:1). Este versículo nos enseña que la clave para experimentar la protección de Dios es habitar en Su presencia. No se trata de una visita ocasional, sino de una relación continua y profunda con Él. Al hacer de Dios nuestro refugio y fortaleza, estamos eligiendo confiar en Su poder y amor para protegernos de todo mal.
A lo largo del Salmo 91, encontramos promesas específicas de protección: “Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad” (versículos 3-4). Dios promete librarnos de los peligros visibles e invisibles. La imagen de ser cubiertos con Sus plumas sugiere ternura y cuidado, como un pájaro que protege a sus crías bajo sus alas. Esta protección no es solo física, sino también espiritual y emocional.
El salmo continúa describiendo situaciones de peligro y cómo aquellos que confían en Dios no deben temer: “No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya” (versículos 5-6). Estos versículos nos recuerdan que, aunque vivamos en un mundo lleno de peligros y amenazas, podemos tener una confianza inquebrantable en la protección divina. Dios es más grande que cualquier temor o enemigo que enfrentemos.
Dios responde a nuestra fe y confianza en Él con promesas personales y específicas: “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré” (versículos 14-15). Estas palabras subrayan el valor de una relación íntima con Dios. Él no solo promete protección, sino también Su presencia constante y ayuda en tiempos de necesidad.
Escoger el abrigo de Dios implica una decisión diaria de buscar Su presencia y confiar en Su cuidado. No es una garantía de una vida sin problemas, sino una promesa de Su presencia y protección en medio de cualquier circunstancia. Al hacer de Dios nuestro refugio, encontramos paz y seguridad que el mundo no puede ofrecer.
El Salmo 91 nos invita a escoger el abrigo de Dios, a confiar en Su protección y a vivir en la seguridad de Su amor. Al habitar en Su presencia, experimentamos Su cuidado y provisión en todas las áreas de nuestra vida. Que cada uno de nosotros elija diariamente refugiarse bajo las alas del Omnipotente, encontrando en Él nuestra paz y fortaleza. En un mundo lleno de incertidumbre y peligro, la seguridad y el abrigo de Dios son nuestras verdaderas anclas.
IZAMAR REYES