Mucho antes de que tú pensaras en Dios, él ya había pensado en ti.
Hace muchos años atrás existió un joven llamado David. A este el Señor lo escogió para que fuera el segundo rey de Israel.
Físicamente había hombres más grandes y más fuertes que él.
Pero el Señor tiene una cualidad maravillosa que el hombre no tiene.
Jehová mira el interior, él conoce lo que se esconde dentro de nuestro ser e interior.
Dios miró y vio algo maravilloso que nadie tal vez, había observado en David y que se escondía tras su estatura pequeña y hermosura. Vio a un joven guerrero, luchador, que enfrentaba sus miedos, que luchaba por lo que creía correcto, que no se intimidaba cuando los gigantes se levantaban.
Sabía de ese adorador que allá en la intimidad, donde nadie lo podía ver porque andaba cuidando ovejas, había un jovencito que tocaba el arpa y fluía presencia de Dios a su alrededor.
Un David temeroso de Dios, amoroso y que a pesar de que tenía múltiples defectos también, sobresalía que lo amaba intensamente y quería hacer Su voluntad.
Tal vez durante toda tu vida has querido hacer algo por el Señor, pero el temor, los complejos, las inseguridades, el sentirte incapaz te ha paralizado y no ha permitido que descubras todo lo bueno que Dios ha puesto en ti y más aún lo mucho que el Señor te quiere utilizar.
¿Cuántas veces el Señor ha ministrado a tu vida de manera personal e íntima y te ha dicho que te quiere utilizar?
Si eso es así, ¿por qué andas dudando, cuestionándote o sintiéndote inferior a los demás? No te concentres en tus circunstancias o posibles “limitaciones”, porque si Dios te ha escogido, si él se ha tomado el tiempo para señalarte es porque tienes lo que él necesita para utilizarte.
Debes tener disposición y ser receptivo a su llamado.
Olvídate de lo negativo que puedan pensar los demás de ti. No hagas caso a las palabras de gente que no cree en lo bueno que Dios te ha dado para que conquistes la victoria.
¡Pon manos a la obra!
Esfuérzate y sé valiente, porque si Dios te ha llamado, él te abrirá las puertas que debes atravesar.
No dudes más y acepta el llamado que Dios te ha hecho. Deja de estar claudicando y está atento a lo que Dios quiere mostrarte.